A menudo confundimos responsabilidad con deber, ya que desde niños fuimos educados en el cumplimiento del deber, de lo que debíamos hacer para ser aceptados. Nos educaron para memorizar libros de texto y se olvidaron a menudo de animarnos a tener nuestra propia visión y encontrar nuestras propias respuestas. Siempre otros, los padres, el clan familiar, ilustres autoridades o sacerdotes, en su caso, nos decían el camino a seguir. Preestablecido de antemano para no perdernos. Nos ha costado muchos años saber esto y recuperar -a algunos más que a otros- el sentido de la responsabilidad, que tiene, como saben, dos partes distintas: responsa y habilidad, responder con habilidad. Responsa del latín, o respuesta, no como reacción -acto inmediato, irreflexivo, como un resorte que se dispara-, sino como habilidad para responder. Y la mejor respuesta, la más humana en situación de conflicto, es aquella que surge de nuestra condición más elevada, esa que tiene en cuenta el afecto y el respeto también por los demás, que comparten una sociedad de individuos con programas individuales políticos, religiosos y demás distintos, que obligatoriamente han de compatibilizar con los demás. Desde aquí quiero decir, repetir más bien, que las cadenas que constriñen nuestra libertad no están solo fuera, como nos dicen aquellos políticos que intentan manejarnos, sino especialmente dentro, y que solo desde dentro y con habilidad podremos liberarnos, poco a poco, de ellas.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
