Arabia Saudí y sus aliados han acusado a Catar de patrocinar el terrorismo; asombra la hipocresía de la Casa Al Saud impulsando la doctrina wahabita, la más intransigente en el islam sunní, amén de los millones de dólares que desde las diferentes monarquías del Golfo van a parar a Al Qaeda o al ISIS. Catar. El único delito que ha cometido es querer ser un actor independiente y no circunscribirse a los mandatos del Consejo de Cooperación del Golfo, órgano transnacional a través del cual Arabia Saudí trata de controlar la región. Catar y Turquía tienen buenas relaciones con los Hermanos Musulmanes, islamistas, sí, pero no terroristas yihadistas, serían mas bien una especie de Democracia Cristiana pero en versión musulmana. ¿Cuál es el problema? Que este mismo grupo critica algo evidente, que Egipto es una dictadura y que el régimen saudí es una monarquía absolutista. El bloqueo a Catar quiere presionar a este país para que se aleje de Teherán, el otro gran actor regional, que recientemente ha sufrido atentados del ISIS. Si Irán no contesta a este ataque y espera, Arabia habrá cavado su propia fosa, ya que tanto Turquía como Pakistán se han posicionado del lado de Catar, sin olvidar que Omán y Kuwait permanecen neutrales. O se desencadena una invasión, o se producirá un rotundo fracaso en este boicot injusto y que en cualquier otro contexto supondría un acto de guerra. La pretendida OTAN árabe sunní ha fracasado antes de nacer.