Se cuenta que una anciana daba vueltas en la calle buscando un anillo perdido. Los vecinos, queriéndole ayudar, le preguntaban dónde lo había perdido, a lo cual la mujer les contestaba que dentro de la casa, pero que allí no había suficiente luz, por lo que buscaba fuera. “¿Está usted bien de la cabeza, señora?”, le decían los vecinos, “si lo perdió dentro de la casa tendrá que buscarlo allí, ¿no le parece?”. A lo que ella les contestaba: “Más locos estáis vosotros que intentáis hallar en la sociedad, lo que habéis perdido dentro, vuestra propia luz”. Hemos sido educados dentro de una mentalidad de carencia, agresiva, donde se nos inculcó que para vivir debemos competir, luchar, conquistar... Pero no solo eso, sino que debíamos seguir siempre referentes externos, de autoridades, más capacitadas que nosotros siempre, por supuesto. Lo peor del asunto es que seguimos fiando las soluciones a los mismos viejos estamentos religiosos, económicos, políticos, incluso científicos -y su carrera autodestructiva del planeta- que nos han enredado y entrampado en donde estamos. Que nos han llevado a ocuparnos y preocuparnos en multitud de tareas, desviando nuestra atención y socavando, de manera que ahora empezamos a comprender mucho mejor, nuestro propio potencial, nuestra propia consciencia. Pero sigan, sigan... buscando.