La pregunta por el sentido de la existencia conforma el núcleo sustancial de todas las filosofías dignas de este nombre.

Así ocurrió con el humanismo renacentista, con los grandes sistemas metafísicos del siglo XVII y con la antropología kantiana.

Contemporáneamente, la pregunta sobre el sentido de la existencia humana se ha tratado de responder incluso desde el sinsentido de ciertas corrientes cientificistas para las cuales el hombre es un mero azar que se encuentra solo en la inmensidad indiferenciada del universo.

De una forma mucho más positiva, no obstante, se ha respondido desde distintas escuelas filosóficas del siglo XX, como la fenomenológica, la existencialista y la personalista.

El ser humano tiene como característica esencial el ser consciente de sí mismo y, en tanto que ser reflexivo, es persona (ser que en su materialidad y en su espiritualidad es irrepetible). Boecio definió el término persona como sustancia individual de naturaleza racional; para Kant tiene un valor absoluto que no puede ser sacrificado a ningún otro.