Ante la crisis galopante, el Gobierno presenta un plan de recortes que afectan en gran medida al mundo de la cultura. Es evidente que este habría de ser el momento idóneo para vislumbrar con responsabilidad y eficacia la decisión que clama al cielo de dar al traste con las subvenciones a museos, artistas y galerías de arte que se cobijan en el comodín oportunista del llamado arte contemporáneo, que desde los años cincuenta del siglo pasado se impuso en el llamado mundo libre por la sinrazón de la política de aquellos días.

Paradójicamente, y aunque la Guerra Fría terminara hace tantos años, aún hoy se sigue promoviendo, publicitando y financiando por el Estado un quehacer artístico que se sustenta en la irrisoriedad, el absurdo y la ignorancia más supina. Occidente, cara y cruz...