Nos espera un porvenir negro a los vascos y catalanes, dentro de la España una, grande y libre, que en realidad ni es una, ni grande y menos libre. Con las sentencias del Constitucional que, ya en su día nos cepilló la consulta que Ibarretxe quiso para un nuevo pacto con España y la negación del Estatut catalán, pretenden bloquearnos in secula seculorum.
Cada vez que escucho en los debates por televisión a ciertos (casi siempre los mismos) periodistas, opinadores políticos, invitados y demás tertulianos con el mismo raca-raca de siempre, hablando mal de los sueños y quimeras imposibles de los nacionalistas tanto vascos como catalanes, se me revuelven las tripas. Que si nos hacemos las víctimas, que si pedimos siempre siendo unos privilegiados, que si tenemos más poderes que los landers alemanes... ¿Qué más queremos? Pues alguno propugna nombrar a un general para ponerlo al mando de los Mossos d'Esquadra. Jordi Pujol se enfrentó a Javier Solana y le dijo: No nos invadiréis con los tanques, pero ya nos habéis invadido con los jueces. La Constitución es un corsé para vascos y catalanes, solo queremos lo nuestro sin lastres.
Menos amenazas y escuchar más a los pueblos a los que no se les puede prohibir expresarse. ¡Porque no puede ser y ya está!, dicen los demócratas de toda la vida. La Constitución es intocable pero lo tocan con nocturnidad y alevosía solo cuando a ellos les conviene. Que no nos traten de asustar los referidos tertulianos con sus negros augurios de que tendremos que abandonar Europa, que si económicamente no podremos sostenernos, cuando a ellos les estamos arrastrando hacia arriba, por sus malos gestores, mentiras y falta de seriedad. Sin Catalunya y Euskadi, ellos lo tendrán difícil para sostenerse en Europa.
Es el momento más positivo para dar el paso hacia nuestra burujabe-tza, con la debilidad de España en todos los sentidos. Con el desarrollo humano sostenible nuestro lehendakari ohia vincula el progreso económico al autogobierno o derecho a decidir. También Urkullu nos aclara: "Está reconocido en la propia Constitución nuestro hecho nacional". Por ello los españoles, si no fueran obstinados, debieran reconocerlo.