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El euro

La entrada de España en el euro ha puesto de manifiesto que nuestros dirigentes políticos no interpretaron su verdadero valor. Consideraron que pertenecer a la Unión Monetaria era el final del camino. Habíamos encontrado el paraíso terrenal y actuaron en consecuencia. Creyeron que no había ninguna barrera para que los presupuestos se dilataran año tras año. Las recaudaciones aumentaban al mismo ritmo e incluso mayor que el gasto de las diferentes administraciones. Con el paso de los años veían que la fiesta no se acababa, que los recursos parecían ser infinitos, nunca se acabarían.

Desde aproximadamente el año 1995 hasta el año que dio comienzo el siglo XXI los ingresos públicos tomaron la curva ascendente. Esa curva se fue suavizando durante un trienio. A partir de 2004 hasta 2008 se aceleraron los ingresos hasta un 11% más. Lo que dio paso a una bacanal del gasto. La deuda pública además se ha visto incrementada de manera exponencial. En el año 2007 era el 36% del PIB, siendo en la actualidad más de un 70 %. El despilfarro, la mala gestión, pero sobre todo se desarrollo una filosofía demoledora. La filosofía de la irresponsabilidad. Un pecado mortal de muy difícil perdón. La penitencia me temo que la estamos padeciendo todos. Aunque unos más que otros.

Somos la ciudadanía la que estamos contribuyendo de manera sustancial a subsanar los errores de una parte la clase política que ha demostrado su ineficacia. Ha sido desleal a la confianza que teníamos en ella. Una vez que se tiene claro quiénes han sembrado lo que estamos cosechando deben pagar por ello.