Indignación es una palabra de moda que suscribo hoy gracias a la intervención en mi vida de una compañía aérea que vuela a sus anchas aprovechándose de subterfugios que le permiten apropiarse del dinero, de la moral y de la paciencia de la gente honrada. Quise viajar a Barcelona desde Bilbao y adquirí mi billete a través de una agencia que tramita estos menesteres por Internet. Ningún problema.

El problema llegó en el aeropuerto a las 7 de la mañana cuando al ir a facturar me advirtieron que si no tenía la tarjeta de embarque impresa tendría que pagar 64 euros con 80 céntimos. No daba crédito. Viajo a menudo a Barcelona y esto me parecía inaudito. Pero es real..Esta compañía advierte de la obligación de llevar la tarjeta impresa.(entre paréntesis). Lo que no advierte es de que en caso de no llevarla impresa hay que pagar este despropósito en dineral. A la ida me la metieron doblada pero eso no me iba a pasar a mi a la vuelta. Tres días antes me puse a la faena y me metí en la web. Al ver que no me permitía operar llevé el link a la recepción de mi hotel que trató infructuosamente de hacer lo mismo. Pero nada. La web no estaba operativa. Así me lo hicieron saber en un teléfono de Aena que me aseguró que la web se encontraba en mantenimiento. Durante tres días no fue posible operar con la web ni acceder al teléfono de información de la compañía que decía que sus líneas estaban, literalmente,”muy ocupadas”, pero, eso si, te advertía del cobro por el establecimiento de llamada y por cada minuto de espera que de paso te recomendaba con la promesa de que serías escuchado en breve. Pero nadie descolgaba al otro lado. Así…tres días.

El día D, llegué a la ventana con la ingenua esperanza de que me dirían que no cobrarían por no llevar las tarjetas impresas ante la imposibilidad de hacerlo por sus problemas técnicos. Pero NO. Una señorita muy poco simpática que no se dignó mirar mi cara me dijo que no sabía nada de averías y que si no tenía la tarjeta impresa y quería volar…a pagar otros 64,80 euros. En la fila montada por personas en mi misma situación no se lo podían creer. Nos estaban robando a sabiendas de que era inviable su método de conseguir el requisito exigido. “A pagar o no vuela y a mi no me suba la voz”.Me dijo la desagradable señorita. Yo no pude por menos que subírsela y acordarme y hacerle recordar que trabajaba para la cueva de Alibabá y que era ella la cara visible a quien podía patalearle mi mala rabia, así que, por lo menos eso, me lo aguantaba ella.

Con mi resguardo por el robo perpetrado a mi persona me fui sudando los treinta grados sin aire acondicionado de la T2 del aeropuerto hacia la mesa de facturación. Puse en la balanza la misma maleta que había llevado pero mas vacía que a la ida. La señorita poco simpática nº2, me dijo que yo había elegido la opción “maleta de 15 kilos” y esa pesaba 18. Evidentemente no se me dio esa opción ni ninguna otra por lo que difícilmente pude elegirla.Yo pagué por una maleta, ida y vuelta, 40 euros y en la ida nadie me habló de opciones y aceptaron como normal el peso que era entonces de 20 kilos. Pero esta señorita, mirando al suelo, me dijo que tenia que pagar el exceso de peso o no volaba. “20 euros por kilo de exceso. Total…incluído el IVA…64,80. Del ala. No, no es que me dieran el ala del avión por dejar mi herencia en su compañía. Habían decidido desplumarme. O no volaba. A pagar.

No puedo describir mi rabia e impotencia ante semejante abuso regado por desagradables gestos y ademanes, con ensañamiento y mala leche a raudales. Vi como una madre tenía que dejar a su bebé en tierra con su padre estupefacto porque el niño no tenía foto en el libro de familia. Y así…no se vuela. Vi cómo una mujer tuvo que esperar a entrar la última al avión, de malas formas, porque su maleta no salía “con solltura” del medidor de maletas, por lo que tuvo que pagar 58 euros para poder pasar y volar.

Un vuelo que fue lo mas parecido al mercadillo de mi pueblo, donde se vendían cigarros electrónicos,”rasca y gana”, perfumes, tabaco, pesicolas calientes y un sinfín de cosas mas. Un vuelo que anunció un aterrizaje a falta de 15 minutos que se alargaron a 45 sin ningún tipo de explicación entre bruscas subidas y bajadas y que terminó en un frenazo en la pista del aeropuerto de mis amores.

No voy a insultar a la compañía( que me apetece mucho), ni a decir cosas malsonantes, ni a llamarles ladrones sin escrúpulos, ni maltratadores, ni antipáticos, ni bordes, ni prepotentes de mierda.

Sólo voy a hacer como ellos, y pondré entre paréntesis lo que quiero que sea considerado de importancia. Sin más.

(No vuelen con Ryan Air, es un consejo).