En los primeros días de otoño, y por sorprendente e inusual unanimidad, el Congreso aprueba pedir al Gobierno que elimine el límite de 80 km/h a los conductores noveles. Confieso que lo primero que pensé fue que alguna de sus señorías hubiese vivido como injusta y en carne propia la denuncia por exceso de velocidad en la persona de algún hijo o nieto. Además, ¡qué prisas!
Pero sustentan la petición en falsos argumentos pues para la crisis del petróleo de los años 70, con fines de ahorro energético, se adoptaron dos simplistas medidas: notable subida de los precios de los combustibles y límites de velocidad genéricos. Aquella crisis pasó, pero aún padecemos ambas soluciones. Sin embargo, por razones de seguridad -coincidentes en el tiempo- y antes de existir la L, había que llevar un disco negro de unos 10 centímetros de diámetro con números blancos, 80 el primer año y 90 el segundo y, además, estaba prohibido circular por carreteras nacionales y autopistas (que sí había, aunque menos) los fines de semana, Semana Santa, puentes, etc. También han dicho que, a veces, puede ser peligroso no pasar de 80. ¿Ahora se dan cuenta? Entonces, ¿por qué es legal ir a 60 por autopista? ¿Por qué no lo es ir a más de 120, a veces? Se ha oído también en el Congreso que las carreteras y automóviles actuales son mucho mejores que los que había hace más de treinta años. ¡Vaya, se han dado cuenta! ¡Qué reflejos! Por cierto, ¿por qué antes de redactar ningún cambio en la LSV nos acompañan a alguno de mis colegas en sus clases prácticas? Le aseguro que es un espléndido puesto de observación, un aprendiz al volante, inmersos en el tráfico, ¡y sin red!
En este perverso pastel -perverso porque el frecuente baile de normas provoca muertes- pone la guinda el señor Jané solicitando vivamente al Gobierno que en tanto se cambie la norma, ordene que no se denuncie su incumplimiento. Y esto lo dice un miembro del poder legislativo e inevitablemente siento vergüenza y pena al constatar que por encima de la tan cacareada Constitución hay otra ley: la del embudo.
FE DE ERRATAS: En la edición de ayer, el titular de una fotonoticia afirmaba de forma errónea, citando a fuentes sindicales, que Patxi López había entrado en la sede de EITB, donde fue entrevistado, por la puerta del garaje para evitar una concentración del comité de empresa. López accedió a la sede por la puerta principal sin ningún problema.
FE DE ERRATAS: En la foto del obituario de Antón Ormaza del jueves se identificaba por error a éste, que se hallaba sentado, como quien intervenía de pie, el ex presidente de Venezuela, Rafael Caldera.