La calma y tranquilidad general en la que se ha desarrollado la reciente huelga general confirman un par de datos. En el conjunto de Estado la economía sumergida va viento en popa y la asistencia social funciona. Siendo esto así, las minorías que las están pasando canutas no tienen la fuerza suficiente como para poner el país patas arriba. ¿Podemos considerar este equilibrio estable? Yo diría que no porque, al ser injusto en sí mismo e insostenible indefinidamente, acabará reventando por alguna esquina. Esto crea inevitablemente inseguridad y un cierto malestar general.

No será fácil encontrar soluciones manteniendo un modelo económico dominado por el cálculo del interés individual, en el que la palabra solidaridad suena a demagogia.