Cataluña, sin violencia terrorista y con aplastantes mayorías parlamentarias, tampoco ha sido capaz de sacudirse de encima la dictadura constitucional española. A partir de este momento va a ser muy interesante seguir su evolución política como nación europea sin Estado, pero con un envidiable desarrollo cultural, económico, social y político. De momento han salido a la calle a ejercer su derecho al pataleo, en una actuación aceptablemente unitaria si se tiene en cuenta su diversidad político-social. Está muy bien como desahogo, pero lo importante será saber qué va a venir después. Harán falta iniciativas, mucho diálogo y acuerdos políticos respetuosos con el derecho a decidir de los catalanes. Y no se avanzará por este camino, sin antes profundizar en la identidad del pueblo catalán y sin respetar sus legítimas aspiraciones sociales.
Y tras esta pequeña introducción, con la mirada puesta en el nuevo cepillado del politizado TC español al Estatut catalán, vuelvo a situarme en Euskadi. A nosotros hace tiempo que nos pelaron las barbas, sin darnos tiempo a ponerlas en remojo. Así que la interesante propuesta de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi duerme el sueño de los justos, más o menos desde el año 2003. Con la cuartada del apoyo de los terroristas al texto, en el Parlamento madrileño le dieron una patadita en el trasero al lehendakari y lo mandaron a casa. La España de Zapatero y Rajoy pudo ocultar, sin el menor rubor, su falta de argumentos y sus mentiras. Admirable el rendimiento que han sabido sacarle a la máscara de ETA. Pero al mentiroso se le coge antes que al cojo y esto es lo que han puesto en evidencia los catalanes, con claridad meridiana. Estamos ante una constitucionalidad dictatorial, a la madrileña, imposible de ocultar tras ningún tipo de camuflaje.