Aunque parezca innecesario -como casi todo lo que podrá usted leer debajo de esta firma- no me resisto a recordar a la concurrencia de qué no van las elecciones europeas que celebramos mañana. Podría insistir en lo que realmente significan para que la ciudadanía perciba la importancia de disponer de una representación cercana, acorde a nuestra realidad en las instituciones que determinan más de la mitad de las leyes que luego se nos aplican. Causa perdida. Así que prefiero hacer una enmienda a la totalidad de la campaña de apelaciones a las entrañas.

Ocurra lo que ocurra mañana, Begoña Gómez no será absuelta o condenada en el caso de presunto tráfico de influencias que se le investiga. No será una choriza si el PP gana al PSOE y no será una mártir si viceversa. El juez que instruye su caso no será más ni menos heroico, incapaz, firme o jeta -según la fuente-. De hecho, digan lo que digan, Pedro Sánchez no va a dimitir por perder estas elecciones ni Núñez-Feijóo va a ser presidente si las gana. La amnistía a los encausados por el procés no se va a suspender por una configuración de la Eurocámara ni Puigdemont será transportado bajo palio hasta la Generalitat por otra.

Tampoco parece probable que la ultraderecha europea pierda las garras con la que se aferra a las cotas de poder que la derecha que se califica de demócrata le ha ido cediendo en las diferentes instituciones de ámbito interno que, dicho sea de paso, no se van a renovar por iniciativa de Parlamento Europeo. Del mismo modo, una ola de sovietización no se va a abrir paso si crece el voto de izquierda, no habrá incautaciones de la propiedad privada ni se producirá el asalto de millones de extracomunitarios okupando viviendas arrebatadas a los jóvenes locales. Ah, y no tendrá que hacerse usted no binario si no le apetece ni le van a sacar de su casa para interrumpirle el embarazo en el portal.

De modo que, si somos capaces de escapar de la zaborra ideológica que nos han intentado inyectar en las últimas semanas, quizá concluyamos que conviene votar con la cabeza y no con el intestino. Por experiencia en primera persona admitiré que de la primera no hay garantía de que salga siempre algo de fundamento pero yo evitaría asociarme a lo que sale del segundo.