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Biribilketa

De haberlo sabido

NO deja de ser interesante constatar que uno de cada seis abstencionistas en las elecciones del 28-M en Euskadi hubieran ido a votar de haber sabido el resultado que se iba a producir. Se supone que para modificarlo, claro. Eso hace un 8% del censo que habría compensado la caída del 6% de participación. Nunca se sabe lo que pueden durar en la memoria de ese sector los mecachis que han salido de su boca a la vista del escrutinio ni si son indicio de una actitud más proactiva para la cita del 23 de julio.

Hay poco precedente, la verdad, y difícilmente comparable porque nos pilló en medio de la pandemia, pero las últimas elecciones celebradas en julio –las autonómicas de 2020– superaron por los pelos el 50% de participación. Un poco inquietante para quien considera fundamental la movilización de su electorado y, sobre todo, del voto indeciso. Casi la mitad de los que decidieron no votar el pasado domingo se decantaron en las dos últimas semanas, a medida que fueron perdiendo interés por la cita electoral y la campaña. La traslación del fenómeno a mediados de julio no es el mejor augurio para reactivarse.

Lo que da para pensar si no estará en el ánimo del convocante –Pedro Sánchez– precisamente contar con el desincentivo de los ganadores más que con la reacción de los perdedores. Que la satisfacción estival de los que no le quieren en el gobierno sea mayor incluso que la reacción de quienes teman su sustitución por algo peor. Que confíe más en que bajen la guardia los votantes de la derecha, que los de la izquierda. En su cálculo no sé si entra el hecho indiscutible de que unos y otros se van por igual de vacaciones. Y el desincentivo a votar por correo no requiere explicación ahora mismo. El riesgo de todo esto es que la nómina de arrepentidos a posteriori no pare de crecer sin reducir la de desengañados de la política. Y, a la pobre democracia, entre todos la mataron y ella sola se murió.