44 reinsertados
LOS derechos de participación y representación política de los 44 candidatos de EH Bildu a las próximas elecciones municipales y forales que han cumplido condena por pertenencia a ETA están intactos. Es obvio que, en la medida en que esto es así, no hay nada que objetar. No podemos pasarnos la vida congratulándonos de lo progresista que es un sistema penal orientado a la reinserción de las personas para dedicarnos a continuación a restringir los límites de esa reinserción. Otra cosa es que resulte más que evidente la falta de estética de ofrecer como presunto catalizador de la acción democrática a quienes la combatieron violentamente y argumentaron su legitimidad para hacer realidad sus objetivos políticos a despecho de la voluntad de la mayoría social del país y los derechos humanos de sus rivales intelectuales. Y, por ese camino, no haber dejado resuelta la imprescindible reprobación ética explícita de esas prácticas alimentadas desde sus propias entrañas señala directamente a quienes manejan la plataforma electoral de EH Bildu. La ambigüedad, la búsqueda de justificación con la boca pequeña o a voz en grito de los excesos propios, inflama la mera falta de estética de habilitar como representante de la ciudadanía a quien no dudó en los medios más execrables para justifica sus fines hasta convertirlo en un pecado de ética dispersa. Todo nos lleva a la desagradable sensación de dudar de la voluntad sincera y democrática y del grado de reinserción y voluntad de socialización del proyecto. La sospecha de que también la democracia puede ser para quien la instrumentaliza solo un medio para la consecución del poder suficiente para poner en práctica una ideología estigmatizada por el exceso con el que se aplicó en el pasado. Ni debería ser así, no tiene por qué serlo en este caso, pero ayudaría percibir un mínimo esfuerzo por acreditarlo. Y EH Bildu juega a no hacerlo y se equivoca.