Antes de que el fuego arrasara también nuestra atención, y en medio del genocidio israelí y la impasividad internacional, un portavoz municipal del ayuntamiento de Jumilla advertía de la necesidad de regular las actividades del polideportivo municipal porque la “actividad deportiva en el municipio es “excesivamente grande”. Y por eso, la corporación municipal ha decidido que las actividades que se van a organizar en el polideportivo serán exclusivamente deportivas.
Solemos recriminarnos por los excesos que cometemos. El deporte también puede ser una actividad desproporcionada para la salud. Pero parece que los partidos políticos de la corporación no han tomado esta decisión por la preocupación que les ha causado la salud de los ciudadanos. Ni por su impacto en la “salud social”.
Nuestros pueblos han experimentado diversos cambios en los últimos siglos. Entre nosotros los pueblos se convirtieron en ciudades cuando pudieron construir una muralla que los protegiera. A partir de ese momento, quienes vivían fuera de esa muralla eran forasteros y necesitaban permiso para entrar.
La modernidad estuvo ligada a la destrucción de esas murallas y a la entrada libre y amplia en las ciudades. Conseguimos notables mejoras viviendo en ciudades sin murallas, a pesar de que la población tuvo que adaptarse a este nuevo modo de convivencia y a la reorganización de este nuevo modo de vida.
La estructura de los pueblos y ciudades se ha ido organizando para dar un servicio adecuado a los ciudadanos, habitantes y visitantes que entran y salen con libertad. Somos conscientes de que no siempre han sido organizados de forma equilibrada y que el desequilibrio no sólo se manifiesta en los aspectos relacionados con las personas, sino también con respecto al entorno que los rodea.
En Jumilla, han sido sus habitantes, cuando necesitaban de un amplio espacio para la oración, quienes han utilizado hasta ahora el polideportivo. Estos días, según hemos visto, el gobierno municipal ha construido una muralla con la expresión religiosa de su fe.
A medida que se iban “derribando” las murallas de las ciudades, se reivindicaba que las leyes fueran garantes de la libertad.
La libertad religiosa está recogida en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el artículo 16.1 de la Constitución Española, y últimamente en la Comunidad Autónoma de Euskadi se ha aprobado la ley de lugares, centros de culto y diversidad religiosa.
Estos reconocimientos legales no serán igual de importantes para todas las personas, ni siquiera serán útiles para algunas de ellas. Hay personas que no ven necesario el reconocimiento de la libertad religiosa porque dicen que es un oxímoron. Podría ser. Pero no hay grupo ni persona que pueda ponerse por encima de las leyes legítimas.
Vivimos tiempos en los que nos toca buscar los caminos necesarios para la convivencia, también para la colaboración entre las religiones, entre las múltiples creencias porque han sido también constructoras de convivencia y no de murallas.
¿Desde cuándo deporte y fe han estado enfrentados? ¿Desde cuándo la actividad deportiva “excesivamente grande” se ha resuelto con la restricción de la libertad religiosa? Creer para ver. l
Directora de la Fundación Social Ignacio Ellacuría