Buenafuente es un sí, siempre. Ya contamos aquí, cuando fichó por Movistar Plus, que una televisión en abierto en la que no está Buenafuente es una televisión peor. 

Me va a perdonar usted el ego desmedido de citarme a mí mismo, pero cuando Buenafuente se fue al exilio de la tele de pago escribí aquí una cosa que sigo recordando hoy, algo raro en mí, y con la que sigo estando muy de acuerdo, que es todavía más raro: 

“El hecho de que Buenafuente esté en un canal de pago es una mala noticia para el espectador. Supone la enésima derrota de la televisión del buen gusto, de la televisión trabajada para sorprender con el valor de la palabra a la hora de interesar, de emocionar o de provocar la carcajada. Un pasito más para desahuciar todo aquel contenido donde no griten. Fíjense, allí donde estaba Buenafuente ahora no hay nada en La Sexta. Y lo mismo pasó en Antena 3. Y hasta en Tele 5 cuando se marchó Sardá (que al principio incluso lo hizo bien) y de eso hace unos cuantos años. Tras ellos... la nada. Programas más largos, más repeticiones, más series desordenadas, más teletiendas, más tarot, más casinos, más nada. Y el que quiera tele que se la pague o se ponga a buscar los trocitos que va dejando Canal Plus por internet para recomponer a Buenafuente. Y así hasta que olvidemos que un día toda la tele era como él”.

Desmontado lo que fue aquel canal de pago llamado #0 en Movistar y desahuciados casi todos los que estaban por allí, Buenafuente ha regresado a casa, a la tele generalista en abierto gracias a TVE, aunque sea una vez por semana con su Futuro imperfecto que, pese al nombre, conjuga mejor que esos infinitivos con aires marciales de los programas de AR.

Buenafuente graba esta vez en un teatro de Terrassa un par de días antes de la emisión de los jueves, lo que le ha dejado ya varias veces con el culo al aire, como si estuviera en los Goya, por culpa de la actualidad que transcurre tan veloz. Lo de la semana pasada lo resolvieron con un ingenioso rótulo en el que se podía leer: “Programa grabado antes de la dimisión de Santos Cerdán. Rogamos a los políticos que respeten nuestro calendario de producción”. 

Se echa de menos que esté en directo, se echa de menos el plató, se echa de menos que emita cuatro días por semana, se echa de menos que ya no nos hable de tú a tú mirándonos a cámara y sí a una inmensa platea, pero el programa que presenta es ahora como una gran terapia colectiva que nos hace sentir como si estuviéramos también en esas butacas, como si por un ratito la tele fuera teatro, el teatro monólogo y el monólogo el Buenafuente más incisivo, libre y a veces hasta un poco payaso, como demuestra en esos gags con el codirector de nombre cambiante o bailando el Expresso Macchiatto, algo impensable hace no tanto. 

Esta sí es la tele pública que queremos y, sobre todo, necesitamos.