Cada vez que Javier Milei pasa por Europa, al de la motosierra se le ven las costuras de su decorado. Detrás del brilli-brilli aflora la inconsistencia. Su receta de desmantelar el Estado es falsa: necesita en sus manos el poder de un Estado para poder adaptar sus normas a su conveniencia. No va de prescindir de él sino de usar su monopolio de la fuerza para contener todo discurso social y, sobre todo, cualquier reacción frente al clasismo, la desigualdad y la humillación. Su neoliberalismo o anarcocapitalismo no tienen nada de nuevo ni de anárquico; la insolidaridad, la explotación del débil, es vieja y programada.