La Casa Blanca de Donald Trump ha vivido en los últimos meses una extraordinaria unión de dinero y poder: al presidente de Estados Unidos, el hombre con más poder en su país y casi en el mundo, se le sumó el más rico del planeta, el empresario Elon Musk, con el propósito de colaborar para enderezar el país, sus finanzas y el mundo entero.

El objetivo de ambos era tan ambicioso como irreal y el fundador de SpaceX descubrió pronto algo bien conocido por gentes de todos los estamentos y países: no se puede actuar con la misma libertad desde el gobierno que desde la empresa privada.

El breve y extraño matrimonio político sirvió además para poner de relieve las diferencias entre las necesidades políticas y las empresariales: ser un buen ingeniero o un genio de la ciencia espacial no concede facultades para administrar gobiernos o tomar decisiones políticas.

Una razón evidente para ello es que la empresa privada se juega su propio dinero, mientras que el gobierno trabaja con el dinero de la población, pero el dúo Musk-Trump parecía creerse con posibilidades ilimitadas de imponer su voluntad y visión del mundo.

Cuando la realidad demuestra las limitaciones a los deseos de Trump, el presidente estadounidense se pliega a los imperativos de su cargo pero Musk parece no haber aceptado que el presidente sigue sus propios intereses políticos ni tampoco tolera las críticas de grandes sectores de la población dentro y fuera de Estados Unidos.

La aventura gubernamental sin duda atrajo a Musk, pero el poder y la gloria que buscaba o intuía no llegaron y la visibilidad de sus acciones le ha perjudicado seriamente en el volumen de su fortuna.

En el enfrentamiento de las dos personalidades, ambos parecen poco dispuestos al compromiso, pero en el caso de Trump la intransigencia parece todavía mayor y el presidente no ha dudado en expresar se decepcionado por la actuación del asesor al que dio un acceso casi ilimitado a la Casa Blanca.

Da la impresión de que Elon Musk está más inclinado a abandonar la lucha para concentrarse en lo suyo, que son los negocios y proyectos espaciales y dejará atrás su malograda experiencia política.

Trump seguramente lo tendrá más difícil, porque se ha de quedar al timón del gobierno, tanto si gana como si pierde las próximas luchas políticas.

De cara al próximo año

Si el Partido Demócrata recupera la mayoría en 2026, paralizará prácticamente cualquiera de las iniciativas del actual presidente que, además, se vería obligado a dedicar la mayor parte de su tiempo a defenderse ante los jueces de todo tipo de acusaciones. Musk, dedicado a sus proyectos espaciales, limitará sus incursiones políticas a los comentarios que pone en su sitio de web, sin poder pero con dinero, mientras que Trump, puede quedar, no solo arrinconado sino sentado en el banquillo de algún juzgado y gastando millones en defenderse de una avalancha de pleitos lanzados por sus rivales políticos.