Me llamó el canal Cuatro para opinar sobre lo que me parecía la querella interpuesta por Juan Carlos de Borbón a Miguel Ángel Revilla. Dije que sí, pues creo haber sido de los primeros que denuncié la corrupción en la que chapoteaba a quien llamaban el Campechano unos, siendo Juan Carlistas los otros.

En la otra línea del programa estaba Miguel Ángel Revilla a quien saludé y me solidaricé con él. Lo había hecho previamente por escrito. Revilla reconoció que cuando yo denunciaba sus tropelías él seguía siendo Juancarlista y reconocía aquella iniciativa denunciadora, que no la hice como si fuera el Llanero Solitario, sino como portavoz del PNV en el Congreso. No estaba solo.

Me preguntaron si había sido amenazado con una querella y les conté lo que me había ocurrido.

Un diputado del PP, muy monárquico, ya fallecido, y con hilo directo en la Casa Real me dijo un día que quería hablar conmigo, pero en sitio muy discreto, habida cuenta de la gravedad de lo que me iba a decir.

–Vente a mi despacho –le dije–. Yo estoy en Cortes, 9. No estoy en el edificio de ampliación y por aquí no pasa nadie. Ni periodistas, ni los tuyos.

Y vino. Muy educadamente me manifestó su malestar contra mí. Le parecía intolerable que utilizara la tribuna del Congreso para “insultar” al Jefe del Estado y escribir cosas inconvenientes sobre su vida privada. En resumen me vino a decir que me apreciaba mucho pero tenía un encargo de la Zarzuela de transmitirme de manera informal un mensaje.

–¿De quién?

–Te lo puedes imaginar, pero de momento no te digo de parte de quién sino su mensaje. Te avisan de que si sigues tildando al rey Juan Carlos (era el jefe del Estado) de corrupto, putero y mal servidor público, te van a presentar una querella por injurias y calumnias y la cosa es muy seria. Puedes ir a la cárcel. Se levantaría tu aforamiento.

"Solo digo la verdad"

Como ya esperaba algo así, pues había tenido críticas muy fuertes (hablamos de hace casi veinte años) y el libro que había escrito, Una monarquía protegida por la censura, iba ya por su tercera edición, había comenzado a romper el Pacto de Silencio sobre el Tema entre gobierno, PP, PSOE, PRISA, COPE y demás y todo eso les molestaba mucho, le comenté.

–Diles que no me asustan, porque solo digo la verdad. Ya sé que es inviolable, lo que es una aberración en Europa, y que me pueden masacrar, pero he visto muchas películas de juicios y me encantan. Le estoy viendo a Gregory Peck, a James Stewart, a Paul Newman, a Charles Laughton defendiendo causas perdidas que resultan ganadoras cuando la gente se entera ante un juicio público y cuando lo tenían todo perdido y que además tienen unas intervenciones tan cargadas de verdad que al final siempre ganan, que incluso me apetece la querella. ¿Te imaginas que le llevéis al portavoz del PNV a juicio y que mi abogado defensor sea Xabier Arzalluz y que demostremos los pies de barro de esta monarquía, de la transición, y del 23 F incluido?

–Tu verás, pero van a ir por ti. Eres un irresponsable.

Estuve muy tranquilo ante sus amenazas, aunque cuando se fue me temblaba todo, hasta el dedo gordo. Quizás esa argumentación que utilicé les hizo pensar que se metían en un jardín desconocido. Yo creo se asustaron y en ese momento no se atrevieron como se ha atrevido ahora Juan Carlos, con toda su cara dura y con abogados del PP, contra Revilla en una iniciativa de tal torpeza que no tardarán en disuadirle saque la pata del barro al Campechano de Abu Dabi. Si sigue así va a ser el mejor propiciador de la República, más que Azaña.

Sí me llamó varias veces el ministro José Bono, al que el rey le preguntaba qué es lo que él me había hecho. Lo ha contado en sus Memorias. Yo le preguntaba si no era consciente del escándalo de su falta absoluta de ejemplaridad, utilidad y respeto a las Instituciones y a su propia familia. Luego vi que su amante Corinna lo describía como alguien que no distinguía el bien del mal.

“A mí no –le dije–. Pero no se puede tener semejante rostro de cemento de decir en Navidad que “la justicia es igual para todos” menos para él y que lleve semejante tren de vida”.

Ahí quedó la cosa.

La iniciativa contra Revilla, lejos de prosperar, pone en evidencia la fragilidad de una monarquía que no resiste el debate sobre su origen, sobre su superprotección y sobre la censura que le sigue rodeando. Y que haría bien la Casa Real no solo en desmarcarse sino en criticar la iniciativa.

Demuestra además cómo Juan Carlos de Borbón nunca asumió en serio la democracia y la libertad de expresión. Su educación cuartelera hizo de él un sargento chusquero y mal educado, educación que nunca superó. Y mientras, Revilla, a vender libros como churros, o como antxoas.