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Para bellum

No hace falta ser belicista para reconocer el derecho a la legítima defensa. Tampoco hay que pensar que hay guerras justas porque la guerra es la negación de la ética. Si vis pacem para bellum fía el futuro a la intimidación –aunque lo llamemos disuasión– y no debería dejarnos tranquilos. Y pese a que somos conscientes de que el buenismo no frena a los drones –como los estudiantes de Tiananmen no pararon finalmente a los tanques, aunque lo pareciera– la elección anima a abrazar la paz y el diálogo. Hasta que nos sepulta con nuestra ética y libertades quien no las comparte. No hay respuesta cómoda.