Con cada entrega a cuentagotas de rehenes, Hamás da munición a los suyos, y también a Netanyahu. La escenificación de estas liberaciones de personas que llevan más de dieciséis meses encerradas es macabra, inhumana. Pura propaganda. La imagen demacrada y como ausente de uno de los rehenes dando sendos besos a dos milicianos encapuchados y armados es consecuencia del síndrome de Estocolmo y también de la impiedad e iniquidad de Hamás. Estas exhibiciones son una provocación y Netanyahu ya ha aplazado la liberación de presos palestinos. La tregua es tan frágil como esos rehenes.