Más allá de las lucecitas, el arbolito, el turrón, los regalos y demás parafernalia consumista con la que envolvemos estos días, es posible que sobreviva aún el espíritu navideño, o como quiera llamársele. Grinchs de todo tipo aparte, claro. Es más, quizá todo eso tan obvio y superfluo -y a veces hortera- no es más que una manera de enmascarar por pudor social -o sea, el qué dirán de toda la vida- nuestros sentimientos en tiempos de Navidad. Así, mientras celebramos ese ‘algo’ etéreo con familia y amigos, no estamos obligados a vernos concernidos por el verdadero significado de estas fiestas.