No hay desgracia o desastre natural al que no acompañe normalmente un milagro relacionado con la confesión católica. Esta vez el misterio está en el paño que cubre el cáliz situado en el altar de la iglesia de Paiporta, donde el agua alcanzó los dos metros. Tras la riada, según parece, el paño apareció intacto, con su blanco reluciente. Inapropiado es, en un escenario de devastación como el que ha asolado Valencia, hacer noticia de una cosa tan nimia. Pero difundirla bajo el epígrafe de milagro con dos centenares de muertos es inadmisible por mucho que haya quien crea que la fe mueve montañas.