hACE unos años, no tantos, lo que se temía era la llegada de la cuesta de enero. Tras el fuerte desembolso por las comidas y cenas de las navidades había que hacer frente a un mes que se presentaba como un páramo y en el que contribuían las rebajas a mejorar el ánimo. Ahora, estamos pendientes de la cuesta de septiembre, que llega tras las vacaciones de verano y que nos ataca al bolsillo con la compra de libros, material escolar, ropa y demás efectos para que nuestros hijos e hijas puedan regresar al cole. Espero que no haya contagio y, en otros tantos años, estemos hablando de la cuesta de abril. Lo que cuesta la cuesta.
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