EL lehendakari José Antonio Ardanza ha muerto en plena campaña electoral y eso me hace forzar la memoria y recordar ciertas cosas. Las campañas entonces eran muy distintas. Carteles ocurrentes y celebrados que ahora no durarían un tiktok y grandes mítines. Recuerdo algunos de esos carteles que tanto gustaban a muchos, firmados por el EMK, algunos junto a LKI. Y los recuerdo porque en algunos se ridiculizaba la “política burguesa”: los líderes de los partidos vascos, lehendakari incluido, claro –por cierto, también el anterior lehendakari, Carlos Garaikoetxea con su formación, EA–, como vendedores de detergente al estilo de los anuncios de televisión, bajo el lema Primero la cagan y ahora nos dan jabón. Uno de esos afiches era relativo al Pacto de Ajuria Enea, con Ardanza y el resto de políticos vascos con los pantalones bajados luciendo ridículos calzoncillos. La atracción de lo irreverente. El Pacto de Ajuria Enea del que fue artífice el lehendakari Ardanza tenía un punto 6 en el que se denunciaba la violación de derechos humanos cometida en la presunta defensa del Estado de derecho (es decir, guerra sucia, torturas, etc.). Un punto 8 con un llamamiento claro a la izquierda abertzale (HB entonces) a participar en las instituciones democráticas y hacer política de manera pacífica. Un punto 9 de apoyo a la reinserción de los presos que abandonasen la violencia. Un punto 10 de apuesta por el final dialogado de la violencia. Cuestiones que la izquierda abertzale de hoy asume con plena normalidad y como propias, aunque entonces las combatió a sangre y fuego. Hoy, alguien podría hacer uno de esos famosos coloridos e ingeniosos carteles con líderes de EH Bildu como Arnaldo Otegi o Pello Otxandiano blanqueados y vendiéndonos jabón, porque están haciendo exactamente muchas de las cosas que se establecían en el Pacto de Ajuria Enea, aunque para ello no hayan tenido que abjurar de sus posiciones no ya contrarias sino violentamente antagónicas de entonces.

Duerma, lehendakari Ardanza, duerma sin temor, con la conciencia tranquila del deber cumplido.