El pasado viernes nos encontrábamos de celebración por motivo del Día Internacional de la Mujer. Por ello, un sinfín de publicidad, noticias y referencias relacionadas con la igualdad entre hombres y mujeres proliferaron durante toda la semana. De todo ese bombardeo de información, lo que más captó mi atención fueron los datos sobre la brecha salarial de género que persiste actualmente. Las cifras nos dividen y poner fin a dicha segmentación es un objetivo aún por alcanzar.
Es cuando menos curioso que la principal desigualdad salarial entre hombres y mujeres radica en la maternidad. La paternidad en los hombres deriva en un aumento de la tasa de empleo, así casi el 91% de los hombres de entre 25 y 49 años que son padres, trabaja, mientras que apenas el 77% de las mujeres comprendidas en esa franja de edad que son madres trabaja.
En Euskadi, la apuesta por incentivar la natalidad con ayudas de doscientos euros a familias con menores de tres años parece que no está siendo suficiente para motivar a las mujeres con el hecho de ser madre. De los tres mil cuatrocientos setenta y ocho bebés nacidos en Euskadi en el pasado año 2023, un 10,9% corresponden a madres de más de cuarenta años, y solo el 13,3% de las madres oscilan entre los 25 y 29 años.
Además de la concesión de ayudas sociales, reivindico la importancia que, desde el año 2021, tiene la equiparación entre los permisos de paternidad y maternidad para frenar que las empresas prefieran contratar hombres en vez de mujeres, por miedo a los permisos tras el nacimiento de los hijos.
Para ello, insisto en una mayor flexibilidad, siguiendo el ejemplo de empresas que abogan por implantar mejores sistemas para la conciliación familiar, y en la adopción de medidas de acción positiva que incentiven la natalidad y evitar que ello suponga un obstáculo en la carrera profesional de las mujeres.
En definitiva, hay que continuar luchando por la igualdad real y efectiva de mujeres y hombres en el ámbito laboral por ser un derecho fundamental y una cuestión de justicia social.