Confiso que tengo curiosidad por saber cuáles serán los resultados de la convocatoria electoral prevista para el 18 de febrero en Galicia. Los sufragios de la tierra de la Costa da Morte perdieron para mí todo su atractivo el día en el que el Partido Popular ratificó su liderazgo en muchas de las localidades afectadas por el chapapote que generó el terrible hundimiento del Prestige. Catástrofe medioambiental mediante, una gestión pésima regada de manipulaciones informativas, promesas de mucho dinero y un movimiento social inusitado en tierra gallega llevaron a pensar en el cambio de rumbo político marcado por el PP durante décadas. Pero no. Los populares ganaron y ratificaron su poder en las elecciones municipales de aquel año en muchas de las localidades cuyas costas se vieron teñidas de negro de manera más grave. Cierto es que el cambio se hizo posible en las autonómicas posteriores, pero tras cuatro años de políticas de izquierda, Alberto Núñez Feijóo recuperó la Xunta y así se ha mantenido desde 2009. Así que, sí, tengo cierto interés en ver si, 22 años después de la tragedia del Prestige, la sociedad gallega se traga lo que está contando la Xunta comandada por el popular Alfonso Rueda. Si dan carta de naturaleza a que el sanchismo es el que ha llenado de plástico sus costas por inacción. Si creen que la Xunta no sabía nada del hundimiento del barco y que lo que está sucediendo es culpa en exclusiva de la Moncloa. O que el gobierno de Pedro Sánchez es capaz de ayudar con prontitud a la Generalitat catalana mientras desatiende a los gallegos y gallegas. Así que confieso que, sí, tengo curiosidad por ver el domingo 18 de febrero si Galicia ha aprendido a distinguir la mentira de la verdad y si van a hacer algo al respecto. O todo va a seguir igual. La campaña promete. Compraré palomitas.
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