LA ciencia nos ha hecho partícipes estos días de lo que llaman pangenoma, que viene a actualizar y globalizar el ADN humano, ya que hasta ahora el genoma derivaba de la información obtenida de una sola persona. Ahora, esta secuencia es mucho más extensa, y por tanto más útil, pues contiene información genética de 47 personas procedentes de distintos continentes. Euskadi es un microcosmos político, y bueno sería que se enriqueciese nuestro particular ADN para conocer nuestro pangenoma de forma que recogiera tanta diversidad. El arranque de la campaña electoral viene marcado por nuestro viejo genoma y nuestros fantasmas de siempre. Qué pereza. En las listas electorales para el 28-M conviven –como en las polémicas webs municipales de memoria– víctimas y victimarios, perseguidores y perseguidos, comprometidos y advenedizos, jatorras y paracaidistas como Ayuso. Gente buena y gente no tan buena. Lo que Otegi llama “el barro” –o sea, el debate o la polémica interesada sobre que haya exmiembros de ETA en las listas– ya lo hemos vivido muchas veces. Es curioso, porque cuando se supo que el asesino de los abogados de Atocha Carlos García Juliá se presentaba como cabeza de candidatura de la Falange en Bilbao –lista que fue anulada por defectos en su composición–, se generó también una polémica, con mucha más sordina y, como siempre, con los actuales papeles de acusadores y defensores cambiados. Y tan verdad es que los asesinos excondenados de ETA tienen “intactos todos sus derechos políticos” como que el fascista asesino García Juliá disfruta, pese a su historial o precisamente por ello, de exactamente los mismos derechos. Con esto tenemos, desgraciadamente, que seguir lidiando en Euskadi. Este es el “barro”: la ética y la sensibilidad son para los otros. Y hay barro porque llueve sobre mojado y, además, alguien sigue regándolo. Luego ya está el interés de algunos en bajar al lodo y chapotear en él. O de embarrar pero no querer mancharse. Necesitamos el pangenoma del barro.