QUÉ precioso es un doble arco iris! Me quedo hipnotizada mirando. Y pasa el tiempo. Sigo mirando sin darme cuenta que el milagro atmosférico ha desaparecido. Mi lista de deberes para el día se ha quedado en suspenso. Instintivamente pienso que lo que estaba haciendo no era tan importante. ¿Por qué? Quizás temo que no quede perfecto lo que escribo y, por eso, sigo en la nada de mirar el cielo. Me desbloqueo al leer una frase de Oscar Wilde, una frase que me encanta: “Nunca pospongas para mañana… lo que puedas hacer un día después”. Aunque no me he tranquilizado, un “no pasa nada” se instala en mi ordenador. Intentando buscar justificación, se lo cuento a mi hija.

—Mamá, estabas en estado de procrastinación.

—¿Pro…qué?

Ante mi cara de susto, me dice:

—Procrastinar, es la palabra del momento. Procrastinar quiere decir aplazar.

Ni idea. Avergonzada, confieso que no tenía ni idea. He buscado información. Es la última palabra admitida por la Real Academia y ha ocasionado confusiones entre los internautas. Por lo visto, la palabra se utilizaba mal en Latinoamérica, especialmente en Argentina. Erróneamente escribían procastinar.

¿Sabe usted que, posiblemente, ahora esté procrastinando? Ha dejado el periódico al lado de su butaca y se queda mirando las musarañas. En esas musarañas está procrastinar. La pereza es nuestra compañera habitual. Luego leeré el periódico, luego llamaré por teléfono, luego terminaré lo que se ha quedado en puntos suspensivos, luego me pongo a estudiar ese tema de las oposiciones, no estoy concentrada… y, usted mismo se va poniendo justificaciones para no hacer nada. Se bloquea la cabeza en un bucle y se queda en blanco. Usted está procrastinando. Esa palabra parece un pecado capital, le ha llenado el cuerpo de vagancia, de ya haré, de en otro momento seguiré. Se busca disculpas, pero no sirven. Franklin decía –ignoro si todas las citas que leemos son de él–: “Tú podrás pararte, pero el tiempo no lo hace”. Según el diccionario de la Real Academia de la lengua, la palabra procrastinar –le he dicho que la desconocía– proviene del latín procrastinare: pro delante, y castrinus, mañana. Es una postergación o habito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones mas irrelevantes o agradables por miedo o pereza. Es un término que se ha divulgado a través de las redes sociales. No hace falta mucha explicación, los teléfonos móviles y los ordenadores con entretenimientos sustituyen al estudio. Sin embargo, un articulo del New York Times, reveló que procrastinar es un producto del manejo de las emociones, pude ser flojera. Elija el sentido que quiera, pero seguro que ha procrastinado numerosas veces, por ejemplo, al dejar de aprender un idioma por falta de tiempo.

Lo que me ha sorprendido a la hora de escribir este artículo es que se llame también el “complejo de Penélope”. Al parecer, la mujer de Ulises, en la necesidad de sentirse querida y aceptada por los demás, no hacía nada más que tejer y destejer un tapiz. Se pasaba todo el día consultando a la almohada si seguía de nuevo su tarea –no tarea–, esperando la llegada de su esposo. Ella, parece ser, que también sentía un bloqueo mental y trabajaba bien bajo presión. Les engañaba. Como solo le presionaban sus admiradores, no hacia nada, pareciendo que hacia algo.

Es cierto que esta palabrita, nos sirve a todos. Si no tenemos una fecha límite para entregar un trabajo, procrastinamos; lo dejamos para mañana.

He llegado hasta aquí muy afanosa y de pronto, me he cansado. Me ha entrado pereza de lo que escribo porque pienso que tengo el síndrome de Penélope. Creo que estoy enfadada con el mundo. Esta vez tengo motivos para estar irritada.

La editorial Harper Collins, que publica las obras de Agatha Christie, ha decidido reescribirlas. Así como lo lee, reescribirlas para adaptarlas a los nuevos tiempos. También la editorial Espasa Calpe cambió el título de Diez negritos porque aparecía la palabra negro. Los nuevos criminales y falsos policías de los libros, han intervenido también los cuentos de Roald Dahl, autor de La historia interminable, El fantástico Mr. Fox, Charlie y La fábrica de chocolate. Me temo que el director Tim Burton será sancionado por adaptar este deliciosos cuento –Charlie y la fábrica de chocolate– de Dahl al cine.

¿Qué van a hacer con los libros de Santa Teresa? ¿Cómo puede decir una santa “muero porque no muero”? Sacrilegio y posible incitación al suicidio. Y los libros de Henry Miller, García Márquez, Vargas Llosa, y miles más ¿pasarán por esta fogata –mucho más que fogata– de la Inquisición? Ahora sí que Se ha escrito un crimen.

Creo que hoy no voy a dormir pensando en los libros que, si les da a los poderosos por esta moda, van a pasar a cuchillo. ¿Qué será de La Ilíada o la Biblia? Pura pornografía. Pido a los dioses que estos “justicieros” procrastinen eternamente y olviden estos “deberes” asesinos.

Periodista y escritora