UN terrorista condenado y confeso como José Barrionuevo puede tener una credibilidad nula, pero podría guardar algo de dignidad. Tampoco la tiene el exministro del Interior al que Felipe González acompañó a su entrada en la cárcel de Guadalajara. En la abominable entrevista que dio ayer en El País, Barrionuevo no solo no se arrepiente de los crímenes –como muchos de los etarras a los que combatió–, sino que asume y justifica la guerra sucia y hasta bromea con la “detención” (!) de Segundo Marey y dice que fue un “disparo equivocado”. Barrionuevo, la vileza llevará siempre su nombre.