PESE a que los datos que evidencian el envejecimiento de la sociedad vasca por esa suma de constante caída de la natalidad y progresivo aumento de la esperanza de vida se vienen sucediendo a lo largo de las últimas décadas casi sin interrupción, nuevas estadísticas abonan la preocupación por este acelerado proceso de cambio demográfico. Los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el número de nacimientos en el primer semestre del año en el Estado desvelan un escenario que sorprende y alarma a partes iguales. En Bizkaia se ha producido un levísimo repunte del 0,8%, con 3.388 nacimientos, similar a Araba, mientras en Gipuzkoa, por contra, el número de alumbramientos registra un retroceso del 8,37%. El conjunto de Euskadi afronta el mismo reto: como en la mayor parte de Europa occidental, la fotografía demográfica del País Vasco muestra una sociedad envejecida. Los bajos índices de natalidad, el retraso de la maternidad –las vascas que son madres con más de 40 años ya duplica a las que lo son con menos de 25, situándose a la cabeza de Europa, y el 80% de los embarazos se producen superada la treintena–, la inestabilidad y precariedad en el trabajo, incluso el exilio laboral de las nuevas generaciones, los problemas para la emancipación de los jóvenes, las dificultades para la conciliación de la vida laboral y familiar... Son solo algunos de los factores que han ido alterado de forma sustancial la pirámide poblacional en Euskadi, de manera que se hace sumamente complicado el asegurar un relevo generacional que sostenga el modelo de bienestar. Desde la administración vasca, el envejecimiento de la sociedad se explica por la tardía emancipación juvenil y, consecuentemente, por la tardía maternidad. Los jóvenes acaban teniendo menos hijos de los deseados y a una edad más avanzada de la deseada también. Las instituciones vascas llevan tiempo situando el problema de la natalidad en el centro de su agenda política en todos sus apartados, desde el envejecimiento a la conciliación. Por muchos esfuerzos que se hagan en el corto plazo, no cabe esperar resultados inmediatos. Hay que apostar de forma sostenida y en el largo plazo. Es obligada la activación de políticas audaces para afrontar un reto que está poniendo en riesgo el desarrollo humano y el bienestar social de las nuevas generaciones. Es una urgencia de país. l
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