LA exclusión sufrida por una joven ertzaina en las fiestas de Mutriku por el único motivo de pertenecer a la Policía vasca es un acto injustificable de intolerancia, apartheid social e intimidación que no solo debe ser rechazado sino denunciado y perseguido. El veto a cualquier persona o colectivo a participar en una actividad o evento como son los propios de las fiestas populares supone una discriminación incompatible con la convivencia social normalizada. Máxime si este boicot tiene lugar hacia un representante de una institución democrática como la Er-tzaintza. Así lo han entendido la inmensa mayoría del pueblo de Mutriku y su Ayuntamiento (gobernado por EH Bildu), así como diversas organizaciones sociales y partidos políticos de Euskadi. Esta reacción prácticamente unánime, incluida la suspensión de algunos de los actos previstos para las fiestas en protesta por la exclusión a la ertzaina, son una muestra evidente del rechazo que suscitan estas actitudes sectarias y son expresión de solidaridad con la persona que ha sufrido el veto. Es necesario mantener una firme posición de tolerancia cero hacia estos comportamientos que están lejos de constituir una mera anécdota. Estas actitudes no son nuevas y tienen su origen en discursos de odio hacia la Ertzaintza cultivados desde hace décadas en el seno de la izquierda abertzale, por mucho que ahora pretenda desvincularse de los mismos. El pueril argumento justificativo del veto –que la joven era una “fuerza policial”– y el lenguaje utilizado por quienes se arrogan la capacidad de decidir quiénes pueden o no participar en las fiestas no dejan lugar a dudas. Tampoco su tono amenazador, al advertir a la agente de que era “mejor que no apareciese por la zona de txosnas”. La persecución y la violencia contra la Ertzaintza y sus miembros ha sido desgraciadamente habitual en Euskadi, al amparo de los discursos y posicionamientos ideológicos de la izquierda abertzale, que ha venido justificando las agresiones. Estos ataques son afortunadamente cada vez más esporádicos. No así, por contra, los discursos deslegitimadores de la Ertzaintza por parte de dirigentes de Sortu que buscan ahondar en un rechazo social a la Policía vasca. La ejemplar reacción del conjunto del pueblo de Mutriku ante esta exclusión es una prueba del fracaso de esta estrategia y su incompatibilidad con la convivencia. l