Con el pistoletazo de salida a la campaña oficial a la presidencia del Athletic me llevé el primer disgusto. Una experiencia muy fea y muy cabreante que, admito, me ha dejado huella. Como muchos lectores saben -a juzgar por su participación en la última semana- Grupo Noticias en las webs de DEIA y Onda Vasca habilita una encuesta diaria que busca facilitar que el aficionado de nuestro Athletic se posicione sobre asuntos como las prioridades deportivas que debería tener el club o la incidencia del número de avales en el resultado final de la votación.

Por primera y única vez, el jueves se preguntó sobre el posicionamiento de los tres candidatos y su capacidad de marcar la campaña. Lo que comenzó como una feliz fiesta de la participación que distribuía sus preferencias entre todos ellos, terminó en decepción al detectar nuestros técnicos un inusual número de votos procedentes de fuera de Euskadi. Concretamente, de Sevilla y todos decantados en favor de un único nombre de la terna. Tras bloquear esa infiltración, que a todas luces manipulaba el resultado de la encuesta, restablecimos el proceso y el hackeo fue a más. Cientos de votos que posicionaban al mismo candidato como central en la campaña, comenzaron a llegar de lugares tan athleticzales como Albania, Países Bajos, Moldavia, Ucrania, Bosnia Herzegovina, Bulgaria, EE.UU., Croacia, Lituania, Chequia, Finlandia, Bulgaria...

No sabré si alguien quiso hacer un favor a la buena imagen del candidato y se pasó de frenada o la casualidad quiso que, en Chisinau, decenas de moldavos se hayan interesado de pronto por el futuro del Athletic. Pero, si son tan comunes estas técnicas y se aplican de oficio para manipular una humilde encuesta a lectores, lesionando el derecho de la opinión pública a opinar y a recibir una información veraz, ¿qué no estarán dispuestos a hacer, los que saben y quieren hacerlo, allí donde se juegan los cuartos?