O les hablo del share que tuvo el debate electoral entre los candidatos al Palacio de San Telmo, que en Andalucía apenas superó la franja del 20%, sino de la cifra mágica del 25% que los tribunales, el constitucionalismo rancio y la derecha se empeñan en instaurar en Catalunya como baremo impepinable de castellano en las aulas para cargarse el efectivo modelo de inmersión lingüística. Coincidiendo con el arranque de la campaña, uno ha estrenado el periodo estival con una escapada por esos rincones de la Costa del Sol donde abundan la vitamina D y los espetos, y también los paneles publicitarios de la forastera Olona e incluso ciudadanos de bajo estrato social con el pin de Vox en la solapa. Y, no sé si por la pinta de guiri o porque uno tiene la españolidad exclusivamente para su DNI, era entrar en un establecimiento o dar un simple paseo y que escucharas o se dirigieran a ti mayoritariamente en la lengua de Shakespeare. Lástima que no aterrizara allí un par de semanas antes para preparar mi examen oral de inglés de tan machacón que me resultó el Hi guys, can I help you? Hasta hubo que usar el móvil como brújula para cerciorarnos de qué tierra estábamos pisando, entre tanta Torre de Babel idiomática, una mezcolanza sin duda culturalmente enriquecedora, que a los lugareños les vendrá de cine para hacer caja pero que me sirve para constatar que no es en Catalunya donde el cervantino corre peligro.

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