AY un tipo en Aragón que se hizo cien rutas de montaña a pie estando de baja por un traumatismo tras sufrir un accidente de tráfico. El Supremo ha ratificado ahora que su despido es procedente. En un juicio hipersónico según leía el titular, yo también lo creo. No tanto por no ir a currar y hacerse un centenar de excursiones, sino por tener tan pocas luces de publicarlas en una guía. Que una cosa es que te cacen y otra dejar constancia encuadernada en las librerías. Salvo por este desliz literario, no es el único que se las gasta así y ustedes lo saben. En el otro extremo se sitúa el común de los mortales, que se dopan, moquean y lo que se tercie con tal de no faltar al trabajo. En caso de incapacidad temporal, acuden a las inspecciones médicas sudando la gota gorda, como si se presentaran a la Selectividad, al examen de conducir y a una audición de violín del tirón. Después de este entrenamiento en la Tierra, me río yo de los nervios del día del juicio final. En el mejor de los casos, los valora un profesional que, en el tiempo en el que uno se tarda en tomar un café con un pincho, decide como buenamente puede sobre su futuro. Cuentan mujeres con enfermedades que no dejan huella en los análisis ni en las radiografías que se ven obligadas a volver a sus puestos. Su única salida, si no pueden con el dolor, la fatiga u otros síntomas, es pedir el finiquito y reponerse del bajón. l
arodriguez@deia.eus