S para bramar en verso con la versión octogenaria, monárquica y con peores intenciones que aquel personaje de cómic llamado Daniel el travieso. Una más terrenal, aunque siempre haya vivido como dios, de profesión sus regatas y que para su primer regreso a casa (de sus amigos) se acicaló con un kit de 20.000 euros entre Rolex, chaleco de Prada y zapatillas the latest fashion. Anda uno rumiando con el emérito cuando se detiene en la presencia en Bilbao de otro Dios, este sí en mayúsculas y de los que ha ejercido como tal en su profesión durante lustros, endulzándonos el paladar futbolero con movimientos de primor para la vista que tantas veces ha seguido sus pasos. Tantas, que cuesta un riñón entender -nunca mejor dicho- que ver a Messi y su tropa argentina este sábado en San Mamés, para solo entrenar unos ronditos y alguna virguería, cueste al bolsillo del padre/madre de familia -a buen seguro con sus hijos- 12 euros por barba, y que lo llamen precio simbólico. No voy a entrar a valorar si el rey por excelencia camina ya con la decrepitud del antes citado -este curso ha anotado cinco veces menos goles de lo que en él era rutina-. Pero el hincha de estos lares puede narrar sus mil aventuras aquí y allá, y contra este escudo que tan bien se le daba, sin necesidad de hacerle el caldo gordo a la AFA por si es la última vez que pisa este verde. La diferencia es que la herencia de este monarca sí merece ser contada.

isantamaria@deia.eus