A ministra de Comercio británica, Anne-Marie Trevelyan, denunció hace un par de semanas que todas las mujeres que trabajan en el Parlamento de su país han sido víctimas de tocamientos inapropiados o de lenguaje sexista. Trevelyan ha aconsejado a sus colegas varones que mantengan sus manos en los bolsillos. El tema no es nuevo, en 2017, el movimiento #MeToo, que comenzó con mujeres que compartían experiencias de conducta sexual indebida en Hollywood, ha sacado a relucir también casos similares en el Parlamento británico. Parece que algunos legisladores varones británicos tienen la mano muy ligera. En el Parlamento español ninguna mujer ha denunciado haber padecido tocamientos inapropiados, pero el lenguaje sexista y las manifestaciones machistas campean a sus anchas. Sin ir más lejos, estos días la presidenta del PP de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acaba de cargar en el Congreso contra “la visión de las feministas de la izquierda” llamándolas “malcriadas que aspiran a llegar solas y borrachas...” . Además, ha acusado a la ministra de Igualdad, Irene Montero, de que “su mayor mérito” en la política era “ser mujer de”, en referencia al que fuera líder de Podemos, Pablo Iglesias. Algunos políticos tienen que mantener las manos en los bolsillos, pero algunas políticas, también la boca cerrada.

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