ERÁ que ser mujer duele por la determinante biología o la maldita Eva y su manzana. Nos duele el parto, nos duele la regla, nos duelen las piernas por la fibromialgia, nuestras migrañas son más fuertes y además, a veces, nos sale una celulitis ulcerosa que nos duele hasta el alma, que también, porque somos el doble de propensas que los hombres a sufrir una depresión. Hablar de que una tiene reglas dolorosas siempre ha supuesto un cierto tabú, como quedarte embarazada y creerte un marrón para tu empresa. Ser mujer tiene esas cosas: no sabes si te ha tocado la lotería por cogerte una reducción de jornada (esa conquista-trampa) o una putada porque no quieres que tu maternidad sin regla frene tu carrera, ni que tu trabajo con regla te señale al estilo El Fary: mujer tenías que ser. Gente floja hay en todos los géneros, binarios y no binarios, con regla, sin ella y hasta entre ingenieras jefe, sí. Pero cuando una persona se coge una baja laboral se presupone que no hay otra opción que solucione un ibuprofeno o un nolotil y a seguir. Euskadi tiene el índice más alto de absentismo laboral del Estado y seguro que no es solo por las mujeres. También duele que, porque la naturaleza nos atice una vez al mes, vayamos a generar un agujero al sistema mayor que el de todos los jetas, mujeres, hombres y mediopensionistas, que ni dan ejemplo ni les duelen los ovarios. Así que no me llames Dolores, que el dolor duele...

susana.martin@deia.eus