nada que usted sea el primogénito y varón se lo habrán llamado más de una vez. “Eres el hombre de la casa”, le habrán dicho, no me diga que no. Es un poco lo que viene a decirle el Athletic a Óscar de Marcos en las últimas horas con ese tono de orgullo de los progenitores que alimenta el amor propio de quien lo escucha. De Marcos, que tocó la gloria en aquella suerte año paraíso con Bielsa y su abracadabra en el banquillo y Ander Herrera, ¿se acuerdan?, buscándole en cada desmarque, ha sido también un hombre de casa. No en vano, ha jugado ya 451 encuentros en 13 temporadas y es el noveno hombre que más partidos ha vestido la camiseta rojiblanca, casi siempre por la banda derecha y siempre con la sensación de que lo suyo es el fútbol alegre. Se diría que juega con una sonrisa en los labios si no fuese porque el esfuerzo que precisa su innegable entrega le dibuja, de vez en cuando, un rictus de cansancio en la cara.

Era justo eso lo que le preocupaba: que ese cansancio le impidiese mantener un ritmo digno y acabase arrastrándose por el césped. Se ha visto que aún le queda gas y correa, que todavía mantiene intacta la ilusión y ha dado el “sí quiero” a la oferta de continuidad que tenía encima de la mesa. San Mamés también quería que se quedase, no solo como pago a los servicios prestados sino porque perdura la sensación de que su juego alegra un partido.

Y además está la persona, algo que también suma en clubes como el Athletic, con un talante de familia. Por supuesto que hablamos de un deporte profesional y que se ha cometido más de una vez el error de la concesión de un año de gracia que encapotó la puerta de salida. Pero parece claro que De Marcos es un hombre que cumple y aporta. Si a eso se le une la templanza en sus discursos -es el segundo capitán...- y la sensación de que sería un buen novio para la hija, un buen compañero de farra o un gran socio de negocio, el paso dado parece lo más lógico.