O sé si he leído o no alguna crónica de Pablo González. Como en todas las guerras, en la de Ucrania, la primera víctima ha sido la verdad. Por ello precisamente me habría gustado poder leer sus reportajes. Acaso incluso para discrepar con su forma de trabajar, no lo sé. Pero a todas y todos se nos ha podido privar del derecho a la información con su detención.

El derecho a la libertad de expresión abarca la libertad de información, es decir, poder buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección. Además, toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley. Y durante el proceso, toda persona acusada de un delito tiene derecho a una serie de garantías, entre las que destaca el ser juzgado sin dilaciones indebidas.

Nada de esto se cumple en el caso de Pablo González. Y se supone que Polonia es un país integrante de la Unión Europea. No Rusia. Se ha publicado que el cónsul de España le ha podido visitar, que ha perdido 10 kilos en el escaso tiempo que lleva recluido, y que sigue siendo interrogado por los servicios de contraespionaje polacos, cuando su gran delito -a falta de que sepamos de qué le acusa Polonia- fue viajar con dos pasaportes, tengo entendido que ambos legales, por antecedentes familiares que él no eligió. ¿No es acaso ya hora de que se formulen cargos precisos contra él y de que pase a disposición judicial?

Toda circunstancia adversa encierra una oportunidad. La Unión Europea tiene la oportunidad de demostrar que somos diferentes al régimen de Putin. El Gobierno español tiene la oportunidad de demostrar que se preocupa por sus ciudadanos y más en un caso tan insólito como este. Y Polonia tiene la oportunidad, que no debería desaprovechar, de demostrar que no es Rusia. Históricamente no le deberían faltar motivos para ello.

@krakenberger