N la edad de la inmediatez, a veces las cosas van muy despacio. ¿Qué más quieren los transportistas en huelga?, me preguntan tras el acuerdo con la mayoría de los profesionales del camión con la esperanza de que pueda arrojar algo de luz. Y la verdad es que es difícil de descifrar ese conflicto y no se puede descartar un trasfondo político. La cuestión es que hay ciertos movimientos que una vez realizados, si no resuelven el problema lo enquistan aún más. Ocurre con las huelgas y con las invasiones de países. Lo difícil es dar marcha atrás, es decir, reconocer el fracaso de la estrategia. Pero volviendo a la paradoja de que en un momento en el que la información circula casi en tiempo real no se resuelva un problema, alguien tendría que explicar por qué no se ha actuado antes sobre los precios de la energía cuando llevamos meses viendo venir al lobo. Era, decían, algo coyuntural. Seguro que algún analista guarda en el cajón un informe en el que quita importancia a la escalada de la inflación y solo percibe riesgo real en el escenario más tensionado e improbable: que coincida una guerra a las puertas de Europa con una huelga de transportistas. Pues aquí está la taza y media. Ahora solo falta ver hasta dónde se llena. Y no parece que el grifo se vaya a cerrar pronto, más bien lo contrario. Da la impresión de que las prisas son cosa de las familias y las empresas. Mientras que los que tienen en su mano solucionar el problema no se sienten concernidos. Política analógica en la era digital.

Asier Diez Mon