STA semana nos hemos adentrado en una nueva dimensión. A ver, nueva, nueva, no, conocida. Me explico, sabemos cómo son los equipos entrenados por Bordalás, los hemos sufrido, pero quizá este es el momento en el que lo hemos tenido enfrente en un partido trascendente de verdad. Unas semifinales de Copa son mucho para el cuerpo, y la verdad es que el cuerpo nos ha quedado dolorido y con mucha fatiga, muchísima. Lo has visto muchas veces pero cuando lo tienes delante y lo sufres, como fue el caso este pasado jueves, te parece mucho peor que lo que tus recuerdos te decían.
Partido feo, trabado, pesado, más o menos íbamos con esa idea a San Mamés. Lo normal teniendo enfrente a José. Cuando entrenaba al Getafe yo alguna vez me pregunté si el carnet de socio de allí venía con algún tipo de descuento por lo que se veía en sus partidos. Yo entiendo que todos tenemos nuestras tácticas y que salvo que se salten las normas, todas son válidas, pero de ahí a lo que es hoy en día el Valencia, queda un trecho importante. El equipo che está a años de luz de lo que ofrecieron otros a sus aficionados, no creo que esto les encandile, independientemente de conseguir más o menos resultados.
Mestalla es un campo donde han disfrutado de muy buen fútbol y allí se saborea el gusto por el buen fútbol, ahora la caja de polvorones sin bebida está garantizada. Propuesta de difícil digestión. Un equipo que pierde el tiempo desde el pitido inicial y que resume los minutos de juego a la mitad en cada partido, no creo que sea santo de devoción de muchos. No me estoy poniendo exquisito pero es que, una cosa es amarrar y otra bien distinta, embarrar todos y cada uno de los partidos con mandatos desde el banquillo que se alejan de cualquier proposición futbolística.
El meollo de la cuestión es que como entres en su juego estás perdido. Sus códigos son suyos y como cuando éramos pequeños, el dueño de la pelota elige compañeros, portería y hasta cuándo se juega. Es quizá el asunto más complejo de la ecuación, huir de su "juego". Claro, además de esto está el árbitro. En condiciones normales, los partidos de Bordalás deberían acabar con varios tarjeteados y sobre todo con el técnico más de una vez en la caseta, pero el trencilla de turno, como sabe de qué va, hace "mutis por el foro" y escapa del problema. Es el universo Bordalás.
No hay que obviar los defectos propios o mejor dicho la incapacidad para salir de este universo, sabedores de lo que se venía. No sé si el exceso de nervios, la falta de acierto en la creación o la salida mental del choque por todos estos condicionantes nos mostraron un Athletic menos protagonista y más dudoso que en anteriores encuentros. Esta parte seguro que es la que Marcelino y los suyos van a trabajar a tope para el partido de vuelta, que va a ser sin lugar a dudas un batalla épica. Ahora toca pensar en la liga, el lunes viaje a Mallorca con Europa a la vista. Descanso, salud y confianza.