"¿Acaso no es lo lógico, César?", terció el fantasma de Catilina, "la mayoría de los electores anteponen siempre el interés personal a las ideas y realidades, y sus votos lo mueven los beneficios inmediatos que esperan recibir del candidato si es elegido. Cuando yo estuve a punto de conquistar Roma para acabar con la corrupta oligarquía del Senado, que era la dueña de todo, como entonces casi todos los ciudadanos estaban endeudados hasta las cejas, y yo necesitaba reunir partidarios prometí anular todas las deudas, y también, de paso, repartir cargos y honores entre los jóvenes, pues el acceso a puestos de importancia estaba copado por los hijos de las familias nobles."

Naturalmente, se trataba solo de promesas que no pensaba cumplir, pero miles de romanos, muchos de ellos jóvenes, me creyeron, y gracias a ello logré apoyo suficiente para crear un ejército ciudadano a mi servicio. Pero por una denuncia inoportuna de mis planes ante Cicerón, poco antes de que pudiera dar mi golpe de estado, tuve que huir de Roma. Pensaba volver más adelante con mis tropas y tomarla la ciudad por la fuerza. Finalmente el Senado tuvo que financiar y reunir un costoso ejército consular, muy superior al mío, con el que me derrotó y dio muerte en Pistoia. Pero mi plan revolucionario, al que poco faltó para triunfar, nunca fue olvidado y aun muerto yo la República siguió temiendo mi nombre.

César ratifica las bondades políticas de la estrategia inmoral de Catilina: "La mentira es un arma poderosa en política, si consigues que te crean: la política electoral no consiste tanto en dar cosas a los electores como en prometerles lo que desean, sea lo que sea. Si lo haces en el momento preciso y a los electores adecuados, la simple esperanza les llevará a creer en tus promesas. Pues los ciudadanos son como niños, creen en la magia de las palabras. Y si luego no cumples, siempre puedes buscar una buena excusa o,mucho mejor, encontrar alguien a quien culpar de incumplir tus promesas, al que puedan odiar. La mayoría de la gente te creerá, por qué los electores nunca quieren reconocer que les has engañado. Muchos incluso te seguirán apoyando ciegamente."

Coincido con mis amigos fantasmas en que el ambiente preelectoral se está empezando a caldear con las promesas de ayudas, beneficios y planes de recuperación para amplios sectores sociales. Por cierto, son promesas de unos y de otros, pues no solo el Gobierno promete maravillas e imposibles, sino también a veces la oposición. Por más que los aparatos oficiales de los partidos proclamen lo contrario, no me parece aún decidido del todo quienes serán los candidatos o candidatas que competirán en las próximas generales por cada partido o coalición.

Muchas fuerzas políticas hacen alardes de falsa unidad interna de cara a la galería, pues hay que ocultar la cainita lucha por las sillas y vestir el Santo mediático, pero esta vez sorprendentemente no lo hacen todas las fuerzas politicas como suele ser lo habitual.

La reyerta interna en el PP puede dar días de gloria a los titulares periodísticos y hasta sorpresas, parece una nueva versión de Sola ante el peligro protagonizada por la sheriff Ayuso frente a Casado y su banda de genoveses. Pero también en la Moncloa cuecen habas a calderadas, mientras Sánchez y Yolanda Díaz escenifican su particular remake de Duelo a muerte en el OK Corral. Veremos quienes sobreviven para encabezar el futuro combate electoral entre izquierdas y derechas. Creo que en esta ocasión el centro por si mismo contará poco.

Lo que tendría gracia es que Sánchez acabara enfrentado en las generales a dos mujeres poderosas electoralmente, una a su derecha, una rival sin complejos que ya le derrotó (a él, aunque Sánchez no lo quiera reconocer) en Madrid el 4 de mayo pasado, y por elotro a su izquierda, con la que hoy aparentemente gobierna y que parece tiene más tirón personal que él en el caladero de votos de la izquierda militante.

Su situación podría llegar a ser casi como la de Ulises en la Odisea, navegando entre "Escila" y "Caribdis". Por cierto, aviso a navegantes socialistas o podemitas, ningún compañero de Ulises sobrevivió a su viaje...

Dado que los comicios tardarán bastantes meses en convocarse, le pregunto al viejo Cicerón cuáles son las virtudes que debe reunir un líder para merecer nuestro voto.

Marco Tulio me responde que "son cuatro las virtudes que han de reunir buenos políticos y gobernantes". "La primera es la sabiduría, siempre ligada a la prudencia y a rodearse de buenos consejeros. La segunda es la firme decisión de buscar la justicia, cuya base es el respeto a la igualdad de los ciudadanos ante la ley. La tercera es una actitud política permanente de magnanimidad, propia de los espíritus generosos. La cuarta es la templanza de carácter, y el respeto hacia las opiniones divergentes de la suya. Son virtudes hoy muy raras de ver."

"La regla de oro para saber si un político de hoy merece vuestro apoyo por sus virtudes es observar cómo actúa: si es capaz de escuchar con respeto y evita las descalificaciones burdas de sus oponentes, si demuestra magnanimidad, y es generoso, entonces merecerá vuestro apoyo."

"O, si muy al contrario, es sectario y mentiroso, un ser en realidad nimio e irrelevante, solo preocupado por su supervivencia política, al que todo da igual, que demuestra cada día con sus demagogias una ridícula magnanimiedad, rechazadlo al momento, os prometa lo que os prometa, pues os estará mintiendo como hacían en mis tiempos Catilina y César."

* Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999-2019