N rey, pongamos árabe, le dona a otro, pongamos español, 100 millones de dólares. Son esas cosas tan normales entre reyes en el ejercicio de sus funciones inviolables. Poco importa que uno de ellos, el del turbante, rija una autocracia y el otro, más bien tunante, fuera emblema de democracia porque no rubricó un golpe de estado porque era tontería, una vez que el cargo ya se lo había asignado a dedo el dictador. La liebre saltó en Suiza porque la donacion se la trasladó el monarca tomante a una señora, que ni es reina ni nada. Ahora no hay pruebas de lo que tan mal olía, aunque la peste siga ahí.