ANTO manifiesto de rememoria en el aniversario me abruma, salgo al balcón y busco a mi ama. Pasa un rato, aparece y le comento mi aturullamiento con la diarrea de declaraciones que ha venido vertiendo D. Otegi, líder de líderes. Pone cara de interés y prosigo.

Le explico que empezó diciéndonos que "la izquierda independentista cambió la vida de este País y solo ella puede volver a hacerlo" y le añado lo que yo pienso: "Con un par, después de tocar los pelendengues al personal durante cuarenta años, cuando se aparta de hacerlo nos dice que hay que agradecerle habernos dejado en paz". Abre mucho los ojos y me dice que aunque tenga razón cuide mis expresiones, que ella es más de las buenas maneras.

Le explico que después dijo solemne que siente el dolor de sus víctimas y que eso nunca debió ocurrir. Ella sonríe y me dice que eso está muy bien, aunque recuerda que eso ya lo dijo ETA en 2018 y que cree debía haber añadido que si ETA no hubiera existido, con solo esa no existencia nos hubiéramos ahorrado mucho dolor.

Le sigo contando a ama que cuando parecía que la cosa se calmaba, apareció un vídeo en el que el declarador galopante hablaba a los suyos para decirles que "si hay que votar los presupuestos para que salgan los presos, los votaremos". Ama se pone muy seria y me dice que le parece increíble que tras años de protestas de la izquierda abertzale contra la Y vasca, a las que siguieron atentados contra esas obras, incluso asesinatos como el de Uría, a quien ella apreciaba, ahora resulta que no les importa aprobar el presupuesto de esa obra para que, entre otros, quienes aquello hicieron, salgan pronto de la cárcel. Primero extorsionar y asesinar con intención de que no se haga para luego aplaudir hacerlo. Nos miramos en silencio y me dice que hablar mucho no da más razón y casi siempre ayuda a perderla. Es el conflicto de los parraplas.