AY que estar prevenidos porque vienen momentos de autojustificación y falsa autocrítica a medida que se acerca la efeméride del décimo aniversario del fin de ETA el próximo día 20. Resulta que ahora, por ejemplo, hasta los últimos dirigentes de "la organización" -sin ir más lejos, el propio David Pla, que participó en esa última decisión y es de suponer que también en otras no tan presentables y que algunos consideraron de "rendición"- dicen que "seguramente el final de ETA llegó demasiado tarde". Por cierto, es lo mismo que dijo hace cuatro meses Josu Urrutikoetxea, el gran jefe. Ese ejercicio, curiosamente, ha sido bastante habitual entre los exdirigentes de la banda. El problema empieza cuando nos preguntamos cuándo empezó a ser "demasiado tarde". Trágicamente demasiado tarde. Algunos piensan -pensamos- que lo ha sido siempre, desde el principio. Porque nos hubiésemos ahorrado muchos muertos e infinidad de sufrimiento si Urrutikoetxea y Pla -y otros que les precedieron y acompañaron- hubiesen llegado a esa conclusión mucho antes. Por ejemplo, cuando lo hicieron gente a la que algunos o ellos mismos llamaron "liquidacionistas" como Pertur, Yoyes, Txomin Iturbe, Pakito Mujika Garmendia, Iñaki Arakama Makario, Julen Madariaga, Juan Manuel Soares Ganboa, Iñaki Bilbao Beaskoetxea, Rafael Caride Simon, Txelis Alvarez Santacristina, Kepa Pikabea, José Luis Urrosolo Sistiaga o Carmen Gisasola, que fueron expulsados de "la organización" e incluso condenados a muerte y en algún caso asesinados por sostener esas cosas. Pla y Urrutikoetxea se han librado felizmente de eso.

Bienvenidos, pues, pero no nos intenten colar cosas como que la responsabilidad del absoluto fracaso de ETA no fue de ETA y sus dirigentes o que la lucha armada fue poco menos que una obligación. Su "reflexión" llega demasiado tarde, tanto como el cese de ETA.