En toda guerra o enfrentamiento armado suelen darnos el número de fallecidos y presentar esa cifra como categoría, cuando en realidad debiéramos reflexionar y considerar que un solo muerto ya es demasiado.
Ante esta necesidad de reflexión la realidad es que mientras leen en público in memoriam los nombres de los fallecidos en NY, muy pocos tienen un momento similar para otras víctimas del mismo conflicto. Según la ONU, desde 2001 en Afganistán han muerto más de 38.000 ciudadanos entre civiles y militares a consecuencia del enfrentamiento bélico latente; pero según Amnistía Internacional podrían rondar los 150.000 fallecidos; sí, incluidos niños, mujeres y civiles sin relación con las acciones de guerra. Y no podemos olvidar a las 24.779 personas que los talibanes han asesinado en acciones antigubernamentales durante estos cuatro lustros de Libertad Duradera. Por olvidar, da la impresión de que los propios americanos han desmemoriado del recuerdo a sus 2.465 soldados muertos en una batalla fatua perdida de antemano y a la que quizá solo fueran reclutados para que las empresas armamentísticas, constructoras y extractivas de su país consiguieran pingües beneficios. Tampoco es que la coalición internacional tenga mucha memoria para sus 1.144 víctimas (34 españoles). Serán cosas del goteo de muertes, porque para ser noticia todas deberían haber sucedido el mismo día.
Transitando de la guerra y del terrorismo a la realidad de la vida, o mejor de la muerte, no veo un in memoriam parecido para las 659.000 víctimas (1.200 cada día) desde el 14 de marzo de 2020 en EE.UU. a causa del covid-19. En este mismo país fallecen al año a consecuencia del tabaco 480.000 personas, unas 1.300 al día, pero no hay un monumento en su recuerdo. Evidentemente no mueren por un ataque terrorista, pues las tabacaleras son empresas legales y fumar es libre, pero también mata mucho para beneficio de unos pocos, o sea, como las guerras.
Elevar el 11-S a recuerdo solo neoyorquino no nos puede hacer olvidar la otra gran intervención americana en este mismo día de 1973 en Chile en el golpe de Pinochet para derrocar el gobierno legítimo de Allende. El cobre chileno era mucho más importante que el bienestar y la vida de sus ciudadanos. Así que entre setiembre y diciembre de ese año detuvieron a 250.000 personas (el 2,7% de la población) y durante los 17 años de dictadura pinochetista, apoyada sin titubeos por EE.UU., fueron asesinados parapolicialmente más de 2.125 personas, hubo 1.102 desaparecidos y se exiliaron 200.000 chilenos. Chilenos in memoriam del 11-S.
Y en la memoria también los muertos en Barcelona en 1714 al final de la guerra de Sucesión, lo que dio origen a la Diada; hay que recordarlo porque de lo contrario conseguirán que hablemos y aceptemos el 11-S americano con víctimas solo de un bando.
Lo contradictorio de una fecha tan necrológica como el 11-S quizá sea que este mismo día de 1906 Mahatma Ghandi inició su movimiento de No Violencia. Lo dicho, un solo muerto ya era una demasía.