ARADÓJICAMENTE, Barrionuevo y Vera, además de una desvergüenza de antología, tienen razón: su caso y el de los presos del procés se parecen como un huevo a una castaña. Cierto, cierto, en el suyo, condenados por secuestro de Segundo Marey, puro terrorismo de Estado, cometido por ese GAL que presidía una X, y dejó un rastro de sangre y crímenes horrendos, en el del procés un pulso pacífico de corte democrático por muy prohibido que estuviera y en modo alguno un golpe de estado, como pretende la derecha.

Barrionuevo y Vera se fueron poco menos que de rositas por los execrables hechos cometidos bajo sus mandatos gubernamentales, los presos del procés llevan cuatro años de prisión y humillaciones. Cuesta creerlo, pero no es el suyo el único caso en el que se han beneficiado de indultos delincuentes de los de “con razón o sin ella”: lo primero es lo que diga el amo o la salud del negocio o satisfacer las propias taras psíquicas. Para comprobarlo bastaría repasar los indultos a miembros de los cuerpos de seguridad del Estado condenados por torturas e indultados luego. Por no hablar del indulto al golpista, ese sí, Tejero, y con armas en la mano. Y no olvidemos los que han salido de prisión por gozar de una mala salud de hierro. Burlas, son burlas a la ciudadanía que no es de su cuerda y una faena festejada por los que sí lo son.

Pero esta no es la cuestión, ahora se trata de sacar la unidad de la patria a pasear de nuevo, a banderear, a legionear, como esa excrecencia política que es Rosa Díez, de carrera arruinada, que aún quiere figurar paseando la rojigualda azuzando la hoguera del enfrentamiento. Ahora se trata de imponerse y de humillar a los rebeldes que no tienen derecho a acogerse a medidas previstas, qué escarnio, por las leyes. Diga lo que diga el Supremo, ese derecho corresponde al poder ejecutivo, no al judicial.

Insisto, poco importa que sea de pitorreo la morterada de indultos perpetrados por la derecha bajo su mandato, ahora se trata de tumbar a como sea al gobierno de coalición con cabras, legionarios, cayetanos, abascales de morrión de Flandes, idos diversos, chulapas, camorristas del centralismo madrileño sin recato, franquistas de Machaquito en vena, macarras de gimnasio poligonero inflados de anabolizantes y otra porquerías, jueces que se sienten no ya árbitros, sino los amos de un país, algo de verdad inaudito... Yo qué sé. No ha funcionado con la pandemia, que funcione de nuevo con Catalunya y sus presos, tomemos la plaza de Colón como quien toma el Congreso o La Moncloa.

Me resulta asombroso ese paisanaje que escribe a diario un pasodoble de espectáculo arrevistado para él solo, ya sea berreando callejero o armando camorra en sus medios de comunicación: banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda, y dale. Las corsarias. Cuba, Filipinas, Marruecos... saltan al escenario sin trajes de rayadillo, alpargatas o munición inoperante, en monumentos aparatosos. ¿Escopeta nacional? No sé, todo esto será esperpéntico, pero al menos para mí tiene un fondo de tristeza irremediable porque percibo en todo ello una violencia ciega que puede llevarnos por delante. Te dirán que no queda otra que hacer política. ¿Cuál? Dejando al margen las actuales encuestas que la ponen en el gobierno de la mano dura, esa derecha que berrea patria a todo pasto solo admite los resultados de las elecciones que le entreguen el poder. Todos los demás son golpistas, espurios, ilegales... Empieza a ser muy difícil hacer una política de pactos y convivencia en estas condiciones. Puedes decir que no tienes nada que ver con él, pero lo cierto es que las leyes del Estado te alcanzan de lleno y contra eso ya puedes cantar lo que se te antoje. El peligro es que a ti, ciudadano, te den alcance los patriotas y te hagan cantar lo que no quieres: “Si soy español, lo soy / A la manera de aquellos que no pueden / Ser otra cosa” es decir, sin ganas. No, no, por favor, tengamos la fiesta en paz, no lo digo yo, lo escribió Luis Cernuda desde su exilio mexicano en un poema memorable.