YER, mientras aguardaba junto a otras decenas de personas los 15 minutos de rigor tras recibir la bendita vacuna, tuve una doble sensación de agradecimiento y amargura. Agradecimiento por la diligencia, el buen hacer, la amabilidad del personal y el comportamiento de la gente. Pero ahí me acordé de la India, de las imágenes de las piras ardiendo con cadáveres devorados por el virus, del dolor y la desesperación de la gente, de la impotencia. Mientras, aquí nos preocupamos por la marca de la dosis. O el mundo entero se vacuna o seguiremos (todos) en el desastre.