NTRE Díaz Ayuso, la IDA mayor del reino, y el mogollón de las Rocíos Carrascos y demás florida parentela, actores de sí mismos, no hay para mí diferencia alguna. Opinión muy subjetiva la mía, sin lugar a dudas, pero estimo que tanto la una como los que a sus lágrimas han salido a la pista pertenecen por derecho propio al circo de la vida pública española, a este siniestro espectáculo de variedades arrevistadas y casposas, que se renueva a diario sobre madres viejas.

Por mucho que, al menos durante unos días, se haya hablado de la violencia de género y sus formas de ejercerla, el circo mediático en manos de desaprensivos ha terminado por tragarse la necesaria denuncia, porque todo lo que se hable será poco, o relegándola a un muy segundo plano.

Un espectáculo siniestro, cierto, en el que, encima, espectadores y actores a nuestro pesar, como en happening de lujo, nos jugamos la vida con una mascarilla en el morro y un canguelo en el cuerpo que aumenta de manera imparable conforme el estado de calamidad se alarga.

Puede un diputado mofarse de los daños psíquicos que la pandemia está provocando en la ciudadanía, pero eso y al margen de que le retrate, no es sino un intento más de ocultar una realidad no atendida: las secuelas del covid-19, cuyo alcance se percibe de difícil curación. Miedo, inquietud, ansiedad, depresión€ fueron motivo casi de chiste hace un año, eran una novedad para muchos, sobre todo para quienes no vivían con el agua al cuello; ahora son severas para los más desfavorecidos y para quienes no lo son. Con las fobias sociales ha sucedido lo mismo. Aquello de vivir encerrados era una sorpresa que nos ponía a prueba. Ciudadanos zarandeados por el miedo y políticos a cubierto a quienes eso les hace gracia o provoca criminal indiferencia.

¿Qué pasa con aquella debacle económica anunciada hace un año? Yo al menos no tengo ni idea. Tal vez esté más pendiente de los culebrones que me ofrecen entre la Ayuso y sus poses de Fierabrás femenino, capitana Spavento Della Valle Inferna de un esperpento nacional, que se escribe solo, ya Valle-Inclán está de más. No le harían caso.

¿Hay o no vacunas fiables? Yo no lo sé, pero espero que quien las administre lo sepa y no diga un día una cosa y otro, otra. De esto sabe mucho la Ayuso que, ¡Anda la bomba!, abre el cierre perimetral de Madrid en plan faena torera brindada a la sombra de la peor derecha€ frente a un cerco de comunidades cerradas. Bomba. Circo. Acosar al Gobierno, que de eso se trata, con toda la mala fe que se pueda; la salud queda en muy segundo plano. Qué viejo y gastado suena todo esto.

Estamos en riesgo extremo, lágrimas pues, y risas, y aplausos y pitos a las pendejadas malintencionadas de la Ayuso con sus hospitales, sus muñecos y sus patrañas, y si la IDA no basta para cubrir la función que pase a pista ese botarate de Vox que hablando del calentamiento global, dice, escuchen, escuchen: "A Siberia o a Canadá les vendrán bien un par de grados más [€] Hoy en día mueren de frío 17 veces más personas que de calor. Por lo tanto, que se caliente un poquito el planeta reducirá muertes por frío". Botarate o criminal, eso a gustos. ¿Muertes por frío? La pobreza energética de una parte de la población española que pasa frío en invierno se debe a la política neoliberal, criminal esa sí, que representa el político de Vox.

Estamos en riesgo extremo, al menos algunos. No sabemos cuándo va a parar de verdad el estado de alarma que nos tiene comida la moral, y Vox se va a Vallecas a buscar camorra, y la encuentra claro. Es decir, que fue a tiro hecho. Lo necesitaba. Sin camorra son poca cosa. Es necesario rasgarse las vestiduras con algo, preferiblemente con la violencia de los rojos que, como se sabe, quieren ahorcar a toda la parroquia con cuerdas de piano, como me decía un pariente que estaba a uvas sordas después de una noche de tragos con los fascistones del pueblón. Circo. Siempre. Con poca gracia. Por mucho que te rías. Es mejor preguntarse de qué te ríes.